Crisis, umbral y gobernabilidad

22 Dic 2023

El statu quo se ha vuelto insostenible, pero aún nada lo ha podido reemplazar. Y las alternativas que han ofrecido las izquierdas y las derechas no han satisfecho a la mayoría ciudadana. Por lo tanto, seguimos atrapados en una crisis que se resolverá cuando superemos la etapa en la que nos encontramos (o caigamos definitivamente).

La crisis de nuestro país no es moral, sino institucional. Se caracteriza por el desajuste entre la prontitud con la que se requieren soluciones a problemas públicos y la incapacidad que tiene nuestro sistema político para entregar respuestas oportunas de calidad. Entonces, la pregunta es cómo podemos mejorar la capacidad de nuestro sistema para responder de mejor forma a los desafíos que la fortuna le impone.

A grandes rasgos, las izquierdas apuntan a la necesidad de que el Estado cuente con más recursos. Así, desde su perspectiva, sería necesario subir los impuestos para redistribuirlos a través de la garantía de derechos. Las derechas tienden a plantear que estos recursos se pueden obtener con crecimiento económico y que convendría más dar un mejor uso a los existentes, por lo que haría falta modernizar el Estado.

Pero tanto para avanzar en una reforma tributaria estable como para concordar una agenda larga de modernización del Estado y crecimiento económico, se requiere de un proceso de formulación de políticas públicas en el que prime la cooperación y los acuerdos inter temporales entre los actores que participan del juego político. Sin embargo, esto hoy se ve impedido por la fragmentación y polarización que incentiva el terrible sistema electoral que reemplazó al binominal y que rompió el delicado equilibrio entre representatividad y gobernabilidad.

En este contexto, el umbral del 5% de los votos a nivel nacional para que un partido pueda tener representación en el Congreso es un instrumento adecuado y necesario para comenzar a salir de la crisis en la que nos encontramos. Además, como quedó de manifiesto en las votaciones del Consejo Constitucional, concita más consenso que otros cambios.

Por lo tanto, el Congreso debiera fijarse como meta despachar una ley corta de reforma al sistema electoral, que establezca un umbral mínimo de votos para la elección de diputados y senadores, para que entre en vigencia antes de la próxima elección parlamentaria. Es un cambio que puede parecer pequeño, pero es altamente efectivo en reducir la fragmentación. Además, son demasiadas las maneras de ajustar las reglas electorales, pero es poco el tiempo que tenemos. Ninguna crisis se puede prolongar para siempre; antes muere quien la sufre. Trabajemos para que no sea el caso de nuestra democracia.

Esta columna se publicó en La Segunda.

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