Ignacio Briones: “No hay plata. No nos pasemos películas”

22 Abr 2024

En 2021 fue candidato presidencial por su partido, Evópoli, pero la ‘pelea chica’ de la política le desagrada notoriamente. Ignacio Briones (51), académico de la UAI, director de empresas y exministro de Hacienda (2019-2021), se siente libre como para decir «verdades incómodas», como las llama.

Parte por una: aunque es opositor al actual Gobierno, reconoce que el ministro de Hacienda, Mario Marcel, «hizo un trabajo muy notable en la contención fiscal, sobre todo en la aplicación del presupuesto contractivo» de 2022. «Hay que sacarse el sombrero2, pues «contribuyó a contener las presiones inflacionarias».

—¿Se puede generar la recaudación que el ministro de Hacienda espera con su agenda legislativa en materia tributaria?
«La orientación general del proyecto (de cumplimiento tributario) me parece correcta. Hay que partir por recaudar lo que no estamos recaudando. Se llama evasión. Se llama exenciones tributarias. Eso es injusto».

—No menciona la elusión.
«La evasión es delito, claramente. La elusión tiene que ver con los recovecos de nuestra regulación tributaria. El mejor antídoto contra la elusión es tener un marco tributario lo más simple posible».

LOS TEMAS DE FONDO

Briones demanda «sincerar» el debate. Lo pide tantas veces que en esta entrevista hay que editar esa reiteración. También enfatiza que distintos gobiernos —insiste en que no es solo el actual— se han hecho una trampa en solitario en materia fiscal y de impuestos.

«La primera trampa es que cada vez que necesitamos recaudación vamos por una reforma tributaria. Cuando hacemos eso, ocurren dos cosas. Primero, aumentamos los impuestos, pero de pasadita cambiamos las reglas del juego: se llama incertidumbre y eso es gravoso para la inversión. Segundo, sistemáticamente nos quedamos cortos respecto de lo que recaudamos. Llevamos 10 años de déficit estructural, sistemático, de gobiernos de distinto signo. Hemos comprometido gastos permanentes, que son irreversibles, ante la expectativa de ingresos estructurales inciertos que sistemáticamente han estado por debajo de lo que se esperaba».

—¿Qué efecto tiene?
«El correlato de aquello se llama un aumento de la deuda pública. Es como en cualquier hogar: si gasta más de lo que ingresa, tiene que financiarlo por algún lado. Ese momento de la deuda pública le lleva gasto en intereses creciente. Hoy día estamos gastando cerca de 1,2% del PIB en intereses y puede más que crecer, porque además las tasas largas afuera se han triplicado respecto de lo que teníamos hace dos años; por lo tanto, refinanciar esa deuda nos va a costar bastante más caro que antes».

«No es una crítica a este Gobierno: es un problema estructural de las finanzas públicas que vale la pena sincerar. Los gastos permanentes deben hacerse contra los ingresos estructurales que tenemos y no contra los que imaginamos que tenemos».

—¿Somos más pobres de lo que quisiéramos?
«Yo creo que nos creemos más ricos de lo que somos y estamos gastando más de lo que tenemos. Eso no es sostenible. El próximo gobierno, cualquiera sea, tendrá menos holgura que los anteriores. Cuando usted no puede desplegar su programa, porque no tiene plata, deshonra expectativas; cunde el enfado, el desencanto ciudadano, que es parte de lo que hemos visto. Esto también es un llamado a todos los candidatos que aspiren a conducir el país a dejar de sobreprometer lo que saben que no se puede financiar ni cumplir».

—El actual ministro de Hacienda preveía que se podía financiar el programa si se generaba la recaudación a través de estas reformas tributarias que usted critica.
«Se debiera cumplir con una primera condición: gastemos cuando tengamos la plata a firme. No comprometamos gasto antes, ante una expectativa de tener esa plata a firme. Hagámoslo ex post y no ex ante. Ex ante nos estamos equivocando, y sistemáticamente para el lado malo. Quiero subrayar que no es una crítica a este Gobierno».

EL GATILLO DE LA PGU

«Las proyecciones de déficit estructural que hoy están sobre la mesa generan dudas de su cumplimiento. Esto es un reflejo de que todos los gobiernos siempre somos optimistas en el saldo estructural que dejamos, y nos equivocamos dejando un déficit mayor que el que proyectamos», dice.

A partir de las proyecciones oficiales de la Dirección de Presupuestos (Dipres), calcula que en las discusiones este año y el próximo de los erarios 2025 y 2026 deberían considerar una variación del gasto público de 1,2% y de -0,3%, respectivamente, para que se cumplan las metas de balance estructural. «¿Eso es creíble? ¿Es realista, habida cuenta de que en los últimos 10 años los presupuestos han crecido cerca de 4,5%?», cuestiona.

«La PGU a $250 mil es una promesa de campaña. Ya está instalado. ¿Cómo va a quitar eso?», ejemplifica.

Briones no es dado a las exageraciones, pero en este punto prefiere no quedarse corto: observa un grave problema con el proyecto de ley del Gobierno, ya aprobado por la Cámara de Diputados, que considera un aumento de la PGU en monto ($250 mil) y beneficiarios a partir de un «gatillo»: cuando los ingresos estructurales asciendan a 24,7% del PIB. Prevé que se está a solo tres décimas de alcanzarse.

«Peor aún, los ingresos estructurales de 2025 son 24,9% del PIB, así que ya supera el umbral. Y desde 2026 en adelante es arriba de 25% y hasta 26%. Es decir, de facto esto se podría implementar mañana, máxime si el proyecto del Ejecutivo permite que se adelante si la Dirección de Presupuestos considera que en dos períodos más adelante se cumple el umbral. ¿Cómo vamos a comprometer gasto permanente de la PGU, que es 0,9% del PIB, con ingresos estructurales nuevos que no tenemos?», se alarma.

CÓMO RECAUDAR

—¿Cuáles son las fuentes de financiamiento?
«Las fuentes de financiamiento estructural, estable, que permiten financiar sosteniblemente el gasto, son de tres tipos. Primero está el crecimiento. Es fundamental. Pero desde el punto de vista de la política fiscal, tengamos claro que lo que importa es el crecimiento de tendencia».

«La segunda fuente de recaudación es un mejor gasto público. Esto es un imperativo moral de cualquier gobierno».

—¿Le pareció insuficiente el informe de la OCDE?
«Comprometer 0,13% (del PIB) de menor gasto es francamente modesto y poco ambicioso. Habiendo sido ministro Hacienda, le puedo decir que tampoco son dos, tres puntos del PIB como algunos dicen livianamente. Eso es voluntarismo puro. Probablemente se pueda, en el corto o mediano plazo, llegar a algo como 0,3, 0,4… 0,5, tengamos esa meta».

—¿Cómo se consigue?
«Para que sea creíble tiene que entrar a picar donde duele. Hay que generar un acuerdo político, porque aquí no cuesta nada hablar, de forma tal de cerrar o achicar programas ineficientes. Eso es costoso. Yo traté de hacerlo».

—¿Por qué no pudo?

«Bueno, porque hay oposición de todos los sectores políticos».

—¿Intereses dentro del Estado, o habla específicamente del Parlamento?
«Dentro del Estado, dentro del Parlamento. Esa es la verdad de la milanesa. El segundo problema es porque hoy día si usted cierra un programa mal evaluado, que no llega a la gente, que se pierde plata… El 70% de los programas sociales en Chile son de menos de US$ 10 millones. Te imaginarás en qué se gasta esa plata: básicamente en sueldos. Pero en el Estado de Chile no puedes sacar a nadie. Si uno cerrara un programa, no se ahorra ni un mango. La verdad incómoda es que hay que entrar a picar con un nuevo estatuto del empleo público».

—Lo amenazarían con paralizaciones en educación, salud…
«Si eso implica comprarse huelgas con los gremios, habrá que tenerlas, pero no nos podemos seguir haciendo más trampas (…). Lo que sí pudimos hacer en pandemia y era una situación especial que no veo por qué no se puede hacer en tiempos normales, es congelar el empleo público».

—Es bien difícil si siempre se están proponiendo nuevos organismos para el Estado.
«No pidamos la pera y el olmo. Esta es la verdad incómoda. Tenemos un Estado que tiene una camisa de fuerza a su Estatuto Administrativo, que tiene evaluaciones que no sirven, que no tiene movilidad, que no tiene selección en base a méritos, que tiene un montón de cargos políticos y que además tiene un montón de programas que habría que cerrar o al menos disminuir. Y esa plata liberarla para otras cosas, incluyendo transferencias directas a las personas, en el camino de un impuesto negativo al ingreso que yo siempre he planteado. O poner esa plata para combatir la delincuencia. Pero no se puede tener la chicha y el chancho».

—La tercera fuente…
«Naturalmente es el camino tributario. Tiene que ser gradual, uno no puede saltarse pueblos. Pero en el camino tributario nos hemos hecho de nuevo trampa en solitario: les disparamos a los sospechosos de siempre. Hemos subido los impuestos a las empresas a niveles que yo me alegro que hoy día se reconozca que están increíblemente altos, cuatro puntos más altos que el promedio OCDE. Hablamos siempre de los superricos, como si eso recaudara: esa olla ya se raspó. La firme es que la brecha de recaudación está en las personas. Usted tiene tres fuentes de recaudación: empresas, IVA, personas. Empresas: pagan mucho más de lo que pagan afuera. IVA: la tasa nuestra es la misma que el promedio OCDE y se recauda como porcentaje del PIB más o menos lo mismo. Personas: recaudamos seis puntos menos, tenemos una base exenta gigante que hay que ir ampliando de a poco, y tenemos tasas en los primeros tramos que son bajas».

—Usted ha planteado 10 años de transición.
«Ampliar la base y subir los impuestos personales no es popular. Digo que no lo subamos hoy día, pero definamos un criterio para hacerlo muy gradualmente en los próximos 10 años, en la medida en que el país crezca. Cómo se hace eso: los tramos que definen las distintas tasas, en lugar de que se ajusten simplemente por la inflación como hoy día, ajústelo por menos que la inflación, de forma tal que entren más personas cada vez. En un horizonte de 10 años, permite corregir, aunque sea parcialmente, la fuente de recaudación. Y le permite tener recursos para hacer otras cosas. Voy a decir una cosa impopular: soy partidario de bajar los impuestos corporativos a todas las empresas, grandes y chicas. Hay que seguir la dirección que está tomando el ministro Marcel, pero ser más agresivo: en un horizonte a 10 años, ¿por qué no soñar con llevarla al 20%? Y con un esquema de invariabilidad, que sea voluntario, con una tasa del 22%, por ejemplo. Sería una potente señal».

—La crítica política será que la gente más vulnerable pagará por aquello que las grandes empresas dejan de financiarle al fisco.
«Puede ser».

«NO HAY PLATA»

El Consejo Fiscal Autónomo (CFA) ha advertido sobre el estrés fiscal. Briones cree que todos deberían sumarse al sinceramiento en la materia.

—¿A un parlamentario que va a la reelección le interesa?
«Su rol es pensar en el Estado, en el futuro, al menos los parlamentarios que se precien de ser buenos parlamentarios. No desconozco en caso alguno, porque no soy ingenuo, que lo que se lleva hoy día es el cortoplacismo y un creciente populismo. Pero me imagino que tendrá que haber liderazgos que planteen de frente que nos estamos haciendo trampa. Ese diagnóstico te lleva a ti a las otras acciones. No hay plata. No nos pasemos películas, no discutamos proyectos ni ofrezcamos a la ciudadanía cuestiones que son espejismos. Sinceremos la realidad».

—Usted está dejando sin propuestas a los programas presidenciales.
«Bueno, tienen que ajustarlos y que ponerse más creativos, y sincerar y priorizar».

—¿A lo Javier Milei en Argentina?

«Son realidades nada que ver. Pero gobernar es priorizar. Acá uno no le puede disparar a todo, porque la plata alcanza para algunas cosas. Cuando uno es capaz de plantear la realidad cruda como es, no en este gobierno, porque esto se ha venido acumulando, te lleva a las soluciones más duras».

—¿Se está ahora en un buen momento para ese discurso luego de las dos decepciones constitucionales que ha tenido el país?
«Lo único que observo es que tenemos una política completamente trabada, polarizada, incapaz de lograr cualquier acuerdo, donde el tema del día son los dimes y diretes de la elección del presidente y vicepresidente de la Cámara de Diputados. Como dijimos en la comisión Marfán, la primera medida procrecimiento es cambiar el sistema político. No de cuajo, pero cambiar los incentivos a la fragmentación y a la falta de cooperación y el discolaje que hoy día existen. Yo no veo esto como medida procrecimiento ni en el Gobierno ni en los empresarios».

—¿No se ha vuelto un fetiche explicar una parte de los males por el sistema político?
«Sí. A punta de repetición, puede ser. Como todo en la vida, hay que anclar las expectativas, no es la bala de plata. Es un elemento de muchos, pero es una condición necesaria».

Esta entrevista se publicó en El Mercurio.

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