Más con menos

24 Abr 2024

En ocasiones surgen acuerdos amplios en el país. Hoy, por ejemplo, la mayoría comparte la necesidad de aumentar la productividad. Esta es una buena noticia, pero también un enorme desafío. Mediante cuatro mensajes planteo por qué.

Primer mensaje: la productividad es fundamental. Citando a Paul Krugman, Premio Nobel de Economía 2008, “la productividad no es todo, pero en el largo plazo es casi todo”. El crecimiento económico y la desigualdad de ingresos entre países se explican, principalmente, por diferencias en la capacidad para producir más con menos, no por la cantidad de inversión o trabajo. De hecho, pese a la brecha de producto que nos separa de los países avanzados, trabajamos anualmente entre 250 y 500 horas más que ellos.

Segundo mensaje: la productividad importa hoy más que ayer, e importará mañana más que hoy. Es decir, mejorarla es un desafío que crecerá mientras nos acerquemos al desarrollo. Y es que las economías avanzadas sólo pueden seguir expandiéndose vía más eficiencia. Y lo logran incrementándola a una tasa del 1,5% anual. Como corolario, copiando lo que ellas hacen, Chile debería expandir su productividad al menos a esa tasa.

Tercer mensaje: la productividad se ha desacelerado sostenida y generalizadamente en Chile. Según la Comisión Nacional de Evaluación y Productividad (CNEP), nuestra eficiencia agregada, que aumentaba anualmente sobre 2% durante la década de 1990, lleva casi 20 años estancada.

Cuarto mensaje: la productividad requiere que las dos institucionales más importantes en una economía moderna, el mercado y el Estado, funcionen adecuadamente.

Para que el mercado funcione bien, debe ser competitivo. Así, se promueve un crecimiento virtuoso, con productos y servicios de mayor calidad y a menores precios. Además, las ganancias se reparten más igualitariamente. Pero en una economía pequeña, como la chilena, las prácticas no competitivas son un peligro permanente. Y el incentivo a innovar, que es una actividad costosa y riesgosa, es bajo. De hecho, estimaciones presentadas en el Informe Anual de Productividad 2017 de la CNEP, muestran que mientras la brecha de productividad de las empresas pequeñas en Chile respecto a las pequeñas en la OCDE es 2 a 1, la brecha de las empresas grandes entre ambos es 3 a 1.

El Estado, en este contexto, tiene una responsabilidad primordial porque cuando el mercado no es capaz de garantizar suficiente competencia, la autoridad debe forzarla. Pero el desafío es incluso mayor, dado que las reformas pendientes son complejas. En Chile, probablemente ya no quedan balas de plata. Lo que falta es un conjunto amplio y variado de reformas microeconómicas, a veces individualmente insignificantes, pero que en conjunto explican nuestra baja productividad. La mayoría de ellas, además, son resistidas por grupos de interés preocupados de preservar sus rentas, en desmedro del interés común.

Con todo, en un país con un Estado y mercados ineficientes, muchas personas no tienen la oportunidad de alcanzar una vida más digna, productiva y creativa. Y ello no solo es caro, además está profundamente mal.

Esta columna la elaboró el economista Raphael Bergoeing para el centro de estudios Horizontal. 

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