Alternativas de la Convención

14 Abr 2022

Tres encuestas, Cadem, Pulso Ciudadano y Feedback Research, dieron cuenta de que el clima de la opinión pública se está inclinando en favor del “Rechazo” para el plebiscito de salida. Los convencionales más radicales desestimaron los resultados de los sondeos. Algunos los vincularon a un supuesto complot de los grupos empresariales. También hubo quienes sostuvieron que la opinión ciudadana se basaría en el desconocimiento del verdadero trabajo de la Convención. Todas estas interpretaciones responden a una defensa corporativa carente de autocrítica respecto a la negativa ciudadana. Con todo, hubo voces razonables que vieron en el crecimiento del Rechazo un llamado de atención por parte de la población.

En este contexto, si la Convención quiere que se ratifique su propuesta, tiene al menos dos opciones. Una es moderar las iniciativas de normas y aprobar, previo al pleno, solo aquellas que produzcan mayor consenso. Sin embargo, esto parece improbable, toda vez que las comisiones temáticas están generalmente compuestas por representantes de grupos de interés, que fueron electos precisamente por defender demandas particulares por sobre las generales. Además, parte importante de los convencionales cree que no se deben considerar los reparos ni de la derecha ni de quienes no lograron escaños.

La segunda opción consiste en encadenar la materialización del programa del actual gobierno con el Apruebo, con una ardua campaña en favor de los derechos sociales. Esta podría ser el único salvavidas que le iría quedando al texto que se someterá a plebiscito en septiembre. No obstante, una operación de este tipo solo se podría sostener en una propuesta de Carta Magna partisana y maximalista, que, si bien podría ganar, lo haría en base a una mayoría insuficiente para el grado de consenso que requiere una Constitución estable en el tiempo. Además, inflaría las expectativas sin fundamento, lo que podría devenir en una frustración y desconfianza que debilitaría la legitimidad de ejercicio del sistema político resultante.

No pocos convencionales confundieron lo ocurrido en octubre del 2019 y 2020 con una demanda por un Estado plurinacional, con poderes desequilibrados y una ley desigual. El presidente Gabriel Boric ha afirmado, osadamente, que cualquier Constitución sería mejor a la que tenemos actualmente, pero si la nueva no recoge las iniciativas populares, socavará las libertades, la igualdad formal, fragmentará el país, perjudicará las oportunidades y no logrará resolver las diferencias políticas a través del consenso, sino de la imposición, difícilmente podrá ser el fundamento de una mejor democracia.

*Publicada en La Segunda.

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