Simplemente indignados

17 May 2023

Las personas están profundamente decepcionadas de la política. A pesar de los valiosos acuerdos a los que a veces llega el Congreso, en su vida cotidiana la ciudadanía observa una inercia frustrante. Percibe que no puede caminar tranquila por miedo a la delincuencia, se siente desprotegida frente a los azares de la vida y, aunque se esfuerce, cree que su destino parece estar más marcado por la cuna que por sus propias acciones (Encuesta Bicentenario, 2022).

En este contexto, se les prometió que a partir de una nueva Constitución iban a ser solucionados varios de sus problemas. Y la ciudadanía creyó y el 78% aprobó la medida, pero no confió del todo, razón por la que optó por candidatos principalmente independientes y provenientes de partidos desafiantes de izquierda. El resultado de ese proceso es por todos conocido. En paralelo ocurrió la pandemia, los cierres de escuela, los retiros, la pérdida de aprendizajes, la inflación, la crisis de la salud pública y privada, el aumento de la delincuencia y el desborde de la inmigración. Al no saber dar respuestas a estos problemas, la ciudadanía castigó al gobierno de Gabriel Boric, y confío especialmente en que los representantes del Partido Republicano iban a saber responder adecuadamente a las sentidas demandas que mantienen a la población indignada con la política.

No obstante, el resultado de la elección del domingo 7 de mayo no debe ser leída como una derechización arraigada de la población chilena, a favor del statu quo, sino como una manifestación más del descontento ciudadano con un sistema político incapaz de dar respuestas a los problemas que le aquejan, siendo hoy prioritarios los de seguridad y economía. En este sentido, el Partido Republicano logró representar de mejor forma a la ira que inunda a la población, y fue exitoso en generar la expectativa de que se iba a hacer cargo de las dificultades que esta experimenta para vivir con una dignidad ya no solo humillada por la mala calidad de lo público, sino también por la anomia social.

Sin embargo, si no se cumple con las expectativas del elector en este proceso, los grupos más votados rápidamente perderán el apoyo que recibieron en las urnas. El tiempo corre y la población está cada vez más impaciente. Pero la solución de largo plazo no pasa por un solo partido, sino por la capacidad que tengan los poderes Ejecutivo y Legislativo para responder con celeridad a la contingencia, y al consejo constitucional para diseñar reglas que permitan que nuestro sistema político pueda generalmente responder a tiempo a los problemas que persisten en nuestra sociedad.

Esta columna fue publicada en La Segunda.

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