Reforma a la renta: partamos bien el (último) año

Parte el 2025 y durante enero el Gobierno ingresaría su último proyecto tributario: la reforma del impuesto a la renta. Luego de la fallida reforma del 2023 el ministro de Hacienda, Mario Marcel, se juega su última carta y, para salir airoso, deberá poner especial atención al inesperado consenso del año que dejamos atrás: la necesidad de volver a crecer.
Para partir bien esta discusión, los objetivos de la reforma deben sincerarse. Si el Ejecutivo ya anunció que el proyecto será fiscalmente neutro, descartemos de plano que sus fines serán recaudatorios. Segundo, si la principal medida es una rebaja significativa del impuesto corporativo, el fin del proyecto es reactivar la inversión.
Por muy simple que parezcan estas distinciones, es importante plasmarlas desde un inicio ya que, en el calor de la discusión legislativa, los objetivos de los proyectos suelen desdibujarse en desmedro de agendas sectoriales. Por ejemplo, algunos parlamentarios oficialistas ya han planteado incluir medidas como la tasa “Robin Hood” o reflotar la pésima idea de un “impuesto al patrimonio”.
¿Cuál debería ser, entonces, el propósito de modificar una vez más la ley de rentas? Con una economía estancada, que no es capaz de enmendar el rumbo, el objetivo debe ser uno solo: tener una reforma pro-inversión y pro-crecimiento, que simplifique nuestro actual sistema y que entregue certezas de largo plazo.
-Lo primero y más relevante es reducir el impuesto corporativo (primera categoría) del 27% actual a un 23%, levemente por debajo del promedio OCDE (23,7%). No solo nuestra tasa es alta, sino que mientras la mayoría de los países de este grupo la ha disminuido en los últimos veinte años, nosotros la hemos aumentado. Necesitamos con urgencia hacer más rentables los proyectos de inversión y volver a posicionar a Chile como un destino atractivo para la inversión. A esta rebaja, agregaría un esquema de invariabilidad tributaria para grandes proyectos, siguiendo la exitosa experiencia del DL600.
-Segundo, con múltiples regímenes y tratos diferenciados (exenciones), urge simplificar nuestro sistema tributario. Lamentable, el gobierno parece ir en la dirección contraria, ya que insistiría con su desintegración, agregando dos tasas nuevas a las rentas del capital: una de 16% y otra de 4%. Junto con esto propondría dos regímenes para pymes: uno transparente (que ya existe) y otro de monotributo. ¿Por qué seguir complejizando el sistema con más tasas y regímenes especiales enfocados en pymes? Esto solo terminará engrosando los bolsillos de abogados y contadores y profundizará los incentivos de las empresas a no crecer.
-Tercero, el gobierno insiste en seguir aumentando la tasa de impuestos a las personas de mayores ingresos, cuando todos sabemos que la brecha de recaudación se encuentra en los tramos más bajos. Mientras en Chile un 75% de los trabajadores se encuentran en el tramo exento, el promedio OCDE es de 30%. Enfrentar esta verdad incómoda por cierto tiene costos políticos, pero se puede hacer de manera gradual y desanclando la decisión del gobierno de turno (Horizontal, 2023).
¿Cómo financiar la reforma? Disminuir en cuatro puntos el impuesto corporativo tiene un costo fiscal anual de 0,6% del PIB (Comisión Marfán, 2023). Si eliminamos con determinación exenciones que hoy no tienen justificación como la renta presunta; igualamos el impuesto al diésel al de las bencinas; y aumentamos el impuesto a los alcoholes, hay recursos de sobra. A esto hay que agregar la mayor recaudación en el largo plazo que genera el crecimiento adicional de esta medida (0,4% del PIB en 10 años).
El ministro Marcel tiene una última oportunidad para reivindicar la importancia del crecimiento económico en la agenda de un gobierno al que le queda poco tiempo y que perderá trascendencia con cada día que pase de este 2025. Ojalá que partamos bien este (último) año y este proyecto se haga cargo de la urgente necesidad de volver a crecer.
Esta columna se publicó en Ex-Ante.