Balance democrático

15 Mar 2023

Gabriel Boric llegó al sillón presidencial sobre la base de muchas promesas difíciles de cumplir. Al no tener mayoría en el Congreso, parte relevante de la materialización de su programa dependía del triunfo del Apruebo. Sin embargo, tras la breve “luna de miel” del Presidente y la abrumadora victoria del Rechazo, al gobierno no le quedó otra que dar, a regañadientes, un giro de timón hacia un centro que ha logrado navegar gracias a la experiencia política de personeros de la ex Concertación, que actualmente ocupan los dos ministerios más importantes, Hacienda (PS) e Interior (PPD).

Con la reciente desaprobación de la reforma tributaria, podría parecer que existe una suerte de bloqueo por parte de la oposición, supuestamente esmerada en que a esta administración le vaya mal, pero las cifras muestran que, tras un año de gobierno, el Ejecutivo ha logrado despachar 25 iniciativas presidenciales propias, superando las 14 que fueron legisladas durante el mismo periodo en la administración anterior.

¿Cómo puede un gobierno de minoría, supuestamente bloqueado, haber aprobado una mayor cantidad de iniciativas presidenciales que su antecesor? La respuesta no está en la habilidad del oficialismo para negociar, sino en la cualidad de la oposición: mientras el reciente gobierno de Chile Vamos lidió con una lamentable oposición desleal y recalcitrante, que llevó al límite a la institucionalidad democrática, el actual gobierno goza de opositores que, pese a tener un proyecto ideológico diferente, han sido bastante más cooperativos con el Ejecutivo.

Pero el país no puede estar a merced de que el gobierno de turno tenga una buena oposición. De ahí la importancia de contar con un mejor diseño institucional. Así, uno de los desafíos del nuevo procedimiento constitucional consiste en definir un sistema electoral que converse adecuadamente con el presidencialismo, en el sentido de desincentivar la hiperfragmentación y el discolaje, junto con promover una mayor cooperación y acuerdos de largo plazo entre los actores políticos.

En este momento de crisis, no hay nada más conservador que extremar las posiciones para que todo siga igual y no hay política más reformista que cimentar un mejor sistema político, orientado a que se puedan generar cambios duraderos y de calidad sobre la base de grandes consensos. Es por ello que el oficialismo debiera profundizar la dirección moderada que ha seguido tras el 4 de septiembre, y la oposición debiese mantener el carácter dialogante y constructivo que ha tenido hasta ahora. Solo así podremos superar el estrecho pasillo al desarrollo en el que estamos atrapados.

Publicado en El Mostrador.

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