Seguro de dependencia severa, ¿es momento?
La tendencia es clara y conocida: la proporción de adultos mayores respecto del total de la población se ha incrementado y lo seguirá haciendo. Esto se conoce como envejecimiento de la población y es una realidad en el mundo, particularmente en los países más desarrollados.
Una de las consecuencias de lo anterior es el aumento de las personas mayores con dependencia severa, aquellos que tienen limitaciones serias o están imposibilitados de realizar una o más actividades básicas de la vida diaria (como pararse de la cama, comer, bañarse o vestirse). En Chile, la encuesta Casen 2022 muestra que 7,8% de los mayores de 65 años es dependiente severo. Es interesante constatar que, al igual que en otros países, esta condición afecta más a las mujeres, aumenta con la edad y se reduce con los ingresos.
En Europa, el 30% de la población mayor de 65 años reportó -en 2020- tener al menos una limitación para realizar actividades básicas o instrumentales (incluye también labores del hogar). En Chile, este porcentaje llegó a 17,5% en 2022.
La dependencia severa es una contingencia de una relativa baja probabilidad de ocurrencia y un elevado costo económico. Es decir, acorde con la teoría de seguros, cumple con los requisitos para que la sociedad en su conjunto se beneficie si se mutualiza este riesgo.
Los países desarrollados ya están enfrentando el desafío de política pública y financiero que significa el incremento en la demanda por cuidadores o instituciones de cuidados de larga estadía. Podemos adelantarnos creando un seguro de dependencia severa que se financie con parte de la nueva cotización de los trabajadores.
Sin duda, la transición –financiar el beneficio para actuales pensionados que no cotizaron al seguro— es un desafío, pero hoy aún es abordable. La tendencia en los países desarrollados nos muestra que el problema irá en aumento y eventualmente tendremos que hacernos cargo.
Un seguro de dependencia severa podría llegar a ser la clave para que la reforma de pensiones avance. Por un lado, es un instrumento de seguridad social, donde quienes son afortunados y no padecen esta condición ayudan a financiar a quienes la sufren, además es más prevalente en personas de bajos ingresos y mujeres, lo que lo hace un instrumento progresivo y pro mujer. Por otro lado, es una solución de mercado a un problema social y cada cotizante será dueño de su póliza, por lo tanto, no hay un mal diseño de incentivos y se mantiene la propiedad de las cotizaciones (en forma de póliza).
La reforma que propuso el ex Presidente Piñera en su segundo Gobierno incluía un seguro y subsidio de dependencia severa que podría servir de base para una propuesta. Mi invitación es a estudiar desprejuiciadamente la idea de introducir un seguro de estas características en la reforma de pensiones.
Esta columna se publicó en La Tercera.