Plan Nacional de Tutorías: subamos la apuesta

22 Jun 2023

Estremecedores. Así fueron los resultados del Simce entregados el miércoles 14 de junio, donde vimos plasmadas las consecuencias de ser el país OCDE que más días mantuvo sus escuelas cerradas durante la pandemia. Si ya había estimaciones alarmantes sobre los vacíos educacionales que causó en los estudiantes, el Simce reveló una realidad aún más cruda: no sólo se revirtió la tendencia al alza en los puntajes de matemáticas, sino que retrocedimos 14 años. Debemos remontarnos al 2008 para encontrar un Simce con peor rendimiento. Claramente, el desafío es enorme.

En este contexto, dentro de las distintas iniciativas que componen el Plan de Reactivación Educativa presentado por el gobierno en abril pasado, el Plan Nacional de Tutorías cobra especial significancia al tener como objetivo el fortalecimiento de aprendizajes.

Las tutorías son una intervención educativa con abundante evidencia empírica a su favor. Se ha demostrado su capacidad para mejorar rendimiento académico y otros aspectos educacionales en distintos contextos (Nickow et al., 2020; Fryer, 2016). En esa línea, es motivo de esperanza ver que el Gobierno avance en esa dirección. Sin embargo, la planificación y diseño que se propone para el Plan Nacional de Tutorías es escueta en cuanto a escala y recursos como para pensar que será la bala de plata que recupere los aprendizajes perdidos por el excesivo cierre de escuelas durante la pandemia. Ahora, debido al gran potencial que tienen las tutorías para apoyar la labor de los docentes y ser un aporte efectivo en el aprendizaje de miles, incluso millones, de estudiantes, es que hacemos un llamado a subir la apuesta en esta materia.

Subir la apuesta, literalmente. Si bien no se sabe con exactitud cuánto presupuesto se les asignó exclusivamente a las tutorías (lo que es un problema en sí mismo), presumimos que es bajo, puesto que se está optando por tutores voluntarios. Esta falta de presupuesto es la raíz de los espacios de mejora en cuanto a diseño que observamos al comparar el Plan Nacional de Tutorías con distintos programas de tutorías exitosos en otros países.

En esta línea, el Banco Mundial (2022) recomienda -en primer lugar- tutorías intensas impartidas idealmente por profesores, paraprofesionales (profesionales relacionados con la educación, pero no profesores certificados) o voluntarios entrenados. Por otra parte, plantea que -para cada país- los planes de tutorías deben ser distintos según la magnitud de la disrupción educativa que generó la pandemia. Países donde la pandemia no afectó de manera tan importante pueden usar las tutorías como una intervención de corto plazo. En cambio, países donde la pérdida de aprendizajes fue severa (como evidencia el Simce para el caso chileno) deben pensar en las tutorías como una intervención de mediano/largo plazo y con mayor intensidad (cantidad y duración de las sesiones). Y esto es precisamente lo que recomendamos.

Proponemos que se evalúe una segunda etapa para el Plan Nacional de Tutorías, esta vez como un programa permanente alojado en el Mineduc, con todas las instancias de evaluación y monitoreo que esta figura contempla.

Y para que esto realmente funcione, debe considerar recursos importantes. En primer lugar, se debe ampliar la cobertura de las tutorías, con el objetivo de apoyar a los cientos de miles de estudiantes que lo necesitan; para esto, recomendamos remunerar a los tutores, aspecto que mejora los resultados de las tutorías (Neitzel et al., 2022). En segundo lugar, para darle mayor intensidad a las tutorías, lo que se traduce en: agregar tutorías en matemáticas, que poseen efectos similares a las tutorías en lectoescritura (Nickow et al., 2020) y, además, matemáticas fue la asignatura en la cual se retrocedió de manera más importante según los resultados del Simce realizado en 2022; en aumentar las sesiones semanales a tres; replicando programas exitosos (Nickow et al., 2020; Robinson & Loeb, 2021); en el establecer incentivos para privilegiar tutorías presenciales, entre otras.

Todo esto, manteniendo la figura actual que permite al Estado descansar en organizaciones de la sociedad civil e instituciones de educación superior que llevan años desarrollando y puliendo estructuras de monitoreo de tutorías y coordinación con comunidades educativas. Esta estructura de asociación público-privada es algo que consideramos crucial para el éxito de este programa. La cartera ministerial enfrenta importantes desafíos, por lo que apoyarse en la sociedad civil es necesario para utilizar adecuadamente los recursos públicos.

Es una buena señal que un programa de tutorías, intervención que posee abundante evidencia a su favor, sea uno de los pilares del plan de reactivación educativa. Ahora, es importante atender a los aspectos del diseño mencionados en esta columna si queremos maximizar su impacto. Y, obviamente, hacerlo en conjunto con otras intervenciones para hacernos cargo del problema en toda su dimensión. De no tomarnos en serio el terremoto educacional en el que nos encontramos, estamos abandonando generaciones completas de estudiantes, las que verán mermada su capacidad de construir proyectos de vida propios.

Esta columna se publicó en El Líbero.

 

COMPARTIR:

Síguenos