Las cifras de Claudio Fuentes

El pasado 6 de abril fue publicada en Ciper una columna de Claudio Fuentes, profesor de ciencia política de la Universidad Diego Portales, denominada “Cuando la derecha cruza el cerco: análisis caso a caso de sus votaciones en la Convención”. En su escrito el politólogo analiza las votaciones del Pleno de la Convención Constitucional, donde busca instalar la siguiente tesis: “Hay una ilusión de bloqueo o ausencia de participación (de la derecha) que no se condice con el comportamiento en términos de votos”. Para el profesor, sería “un mito señalar que nadie en la derecha está participando (al menos con sus votos) de la aprobación del nuevo texto”.

Creo, sin embargo, que el profesor Fuentes utiliza mañosamente los datos para ajustarlos a su relato, que la derecha es parte del texto final.

Primero, no es necesario contar con enormes bases de datos para saber que las cifras muestran una realidad muy distinta a la que relata el columnista. Prácticamente todas las propuestas que se presentan en comisiones por la centroderecha son rechazadas, lo que obliga a ese sector a votar únicamente propuestas de izquierda en el Pleno. Tan solo 2 de los 482 incisos ya aprobados por el pleno provienen de esos colectivos, por lo tanto, el borrador de Constitución es en un 99,99% es de autoría de las izquierdas. Por lo demás, no es únicamente la centroderecha la que ha sido excluida de la redacción del texto, gran parte de las propuestas de la ex Concertación han sido rechazadas de forma sistemática y una suerte similar han sufrido un número importante de iniciativas populares de norma, incluso aquellas que reunieron un mayor número de patrocinios.

En segundo lugar, el análisis se limita a identificar un número acotado de normas aprobadas, sin analizar el contenido de ellas, lo que genera evidentes problemas al momento de sacar conclusiones. Todas las Constituciones del mundo, incluso las más partisanas y divisivas, contienen múltiples artículos no problemáticos, basta con revisar Constituciones de países autoritarios como Venezuela, Cuba y Nicaragua. Bastan unas cuantas normas específicas que permitan la captura de las instituciones o que desprotejan a las minorías, para generar una Constitución polarizante y poco democrática. Así, no es de extrañar que convencionales de derecha, críticos del tipo de Constitución que se está aprobando, aprueben sin embargo algunos de sus artículos, tal y como convencionales muy críticos de la actual Constitución, como son Jaime Bassa y Fernando Atria, han incluido entre sus propuestas artículos idénticos a los de la carta fundamental vigente.

La derecha ha sido excluida del proceso constituyente. El convencional Barraza ha sido precisamente honesto respecto a la verdadera visión de muchos convencionales en relación a la amplitud de los acuerdos: “Si hay más de 150 normas aprobadas es porque esas 150 normas han alcanzado transversalidad”. Es decir, los dos tercios son toda la transversalidad que se requiere. Están convencidos que la ex Concertación representa a menos de un 5% del país y que la derecha no representa a más de ¼ de la población. Así, cualquier texto que apruebe la Convención y que haya generado un consenso de dos tercios de sus representantes estaría destinado a arrasar en el plebiscito del próximo 4 de septiembre.

Sin embargo, es posible que este análisis sea equivocado. Es posible que por distintas razones; errores de sus contrincantes, eventos coyunturales y, especialmente, por reglas electorales inéditas (escaños reservados y listas de independientes), la izquierda más dura esté sobrerrepresentada en la Convención. Es posible entonces que los dos tercios compuestos únicamente por las izquierdas en el pleno doten de legitimidad procedimental al texto definitivo, pero no de legitimidad sustantiva, no de un consenso ciudadano transversal.

Arriesgar un proceso único y difícilmente repetible basando el comportamiento en la tesis de que los acuerdos ya son suficientemente transversales es una mala idea. Apostar por mayores grados de consenso pareciera ser el camino a seguir. Es por eso que el uso antojadizo de las cifras para hacer una defensa corporativa de la Convención es contraproducente. La autocrítica es positiva y permite generar un mejor texto, la autocomplacencia, especialmente cuando es fomentada por conclusiones que no se desprenden de los datos, sólo dificulta alcanzar la mejor Constitución posible.

*Publicada en El Mostrador.

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