Aprendizajes y desafíos del último IPOM

08 Abr 2024

Se cierran los desbalances económicos de los años previos. Esta fue una de las principales conclusiones que se extraen del último Informe de Política Monetaria (Ipom), presentado esta semana por el Banco Central. Se cierra así, un ciclo de shocks macroeconómicos, internos y externos, que pusieron a prueba la capacidad de nuestra economía para lidiar con ellos. ¿Qué lecciones podemos extraer de este período? ¿Salimos bien parados de cara al futuro? Veamos.

Partamos por lo positivo. El escenario macroeconómico se estabiliza después de años revueltos. La inflación disminuyó rápidamente desde un peak de 14,1% en agosto de 2022, al actual 4,5% (febrero 2024); las expectativas de inflación volvieron a anclarse a la meta de 3%; la brecha de actividad (diferencia entre el nivel actual de la economía y su potencial) ya se cerró; y el déficit en cuenta corriente logró revertirse desde un 10% a un 3,6% del PIB.

Primera lección: la política monetaria y fiscal del país funcionaron bien. Esto, en gran parte gracias a la institucionalidad en que se apoyan. Para contener de buena manera la inflación, la independencia y el rigor técnico del Banco Central fueron fundamentales para que subiera tempranamente la tasa de interés (TPM) y luego pudiera llevarla a un máximo de 11,25%. La política fiscal también logró actuar de manera contracíclica, aumentando el gasto cuando más se necesitaba (13% en 2020) y definiendo de antemano, con el acuerdo COVID (2020) y la última Ley de Presupuestos del Presidente Sebastián Piñera (2022), una trayectoria de consolidación fiscal.

Segunda lección: La irresponsabilidad de los retiros de fondos de pensiones y el excesivo gasto fiscal en 2021 producto del IFE universal, nos costaron caro. Los más de US$50.000 millones (17% del PIB) que se retiraron de las cuentas de ahorro individuales, presionaron en extremo la inflación, golpearon el costo del financiamiento de todo tipo de crédito y todavía golpean la profundidad de nuestro mercado de capitales. Pero, sin duda, lo más grave de toda esta irresponsabilidad que provino del mundo político fue la pérdida de certeza jurídica de Chile como destino de inversión.

El magro desempeño económico de 2023 (crecimiento del PIB de 0,2%) se ve aún más preocupante cuando lo desagregamos por sus componentes. La cifra se explica exclusivamente por un aumento del gasto público y un desplome de las importaciones, mientras que los motores para un crecimiento sostenido de largo plazo -las exportaciones y la inversión-, cayeron. En los próximos años, el panorama no es muy alentador: para el 2024 se proyecta un crecimiento en torno al 2,5% y para el 2025-2026 un exiguo 2,0%.

Este año debiéramos preocuparnos más de la inversión, la que se proyecta caerá un 2% con respecto al año pasado. Las demoras y poca convicción del Ejecutivo para empujar con fuerza un pacto fiscal con medidas que fomenten la inversión y las constantes trabas regulatorias que enfrentan los proyectos de inversión solo oscurecen el panorama. Por otro lado, la discusión en torno a nuestras industrias exportadoras (minería, salmonicultura, agroindustria, entre otras) pareciera estar más enfocada en buscar la manera en que el Estado puede maximizar sus rentas (acuerdo SQM-Codelco o nuevo royalty a la minería, por ejemplo) más que de formular las mejores políticas para hacerlas más competitivas a nivel global.

Una última señal de alerta que levanta el Ipom, que algunos ya hemos advertido anteriormente, son los cambios que ha experimentado nuestro mercado laboral post pandemia, los que parecen ser más estructurales que pasajeros. En este caso, el Banco Central advierte sobre un débil reingreso a la fuerza laboral de trabajadores mayores de 55 años.

Mientras el mundo crece al 3%, nosotros lo hacemos al 2%. Cada año perdemos el liderazgo en la región y, más importante, la oportunidad de aumentar nuestros ingresos como país y así mejorar el bienestar de todos chilenos. Con un sistema político disfuncional que no es capaz de avanzar en temas estructurales como nuestro sistema tributario, previsional, de evaluación de proyectos de inversión, productividad laboral, entre otros, difícilmente enmendaremos el rumbo.

Esta columna se publicó en Ex-Ante.

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