Vuelta a clases “a ciegas”

02 Mar 2022

Comienza un nuevo año escolar con las declaraciones del presidente electo como telón de fondo: “Las escuelas serán las primeras en abrir y las últimas en cerrar”, decía Gabriel Boric a mediados de enero. Sus palabras no deberían extrañarnos si consideramos que Chile se ubicó en el puesto 13 entre 210 países que cerraron por más tiempo sus escuelas. Durante 69 semanas los colegios no abrieron, generando y ampliando brechas de aprendizajes y socioemocionales en cada uno de los estudiantes. La situación es crítica y, lamentablemente, la discusión pública sigue estancada en si debemos abrir nuestras escuelas. Cabe preguntarse quién está velando por la urgente necesidad que tenemos de medir y levantar datos sobre los reales impactos que ha generado la pandemia en los estudiantes.

A la fecha, poco y nada sabemos sobre estos impactos. Por el contrario, solo tenemos evidencia aislada de que la cobertura escolar entre 2017 y 2020 retrocedió desde un 99% a un 92% (encuesta Casen), que la matricula de educación parvularia cayó a la menor cifra histórica en los últimos 9 años y que, en 2020, casi 30.000 alumnos dejaron de matricularse en la educación superior (Acción Educar). ¿Cómo, entonces, planificarán los docentes este 2022 sus clases si no tienen certeza alguna de todo lo que retrocedieron sus alumnos?

Veamos la escasa evidencia internacional. En Brasil se realizó un estudio que determinó pérdidas en aprendizaje equivalentes al 72,5% de los niveles esperados en un año normal. Es decir, de 10 objetivos de aprendizaje propuestos por un profesor, en pandemia los alumnos solo adquirieron 3. Por otra parte, en Estados Unidos, la firma internacional McKinsey identificó que la educación a distancia amplificó las brechas en grupos más desventajados: mientras el atraso promedio en aprendizaje fue de 2,5 meses para niños blancos, en niños hispánicos y negros el atrasó llegó hasta los 5,5 meses. Conclusión: menos aprendizaje y más desigualdad.

A la luz de esta evidencia, el futuro ministro de Educación tiene un gran desafío por delante: partir el año evaluando para identificar las brechas con que llegan los alumnos y, con esto, ayudar a las comunidades educativas a nivelarlos.

Primero, es imperativo retomar cuanto antes el Simce. Al ser esta una herramienta de evaluación estandarizada, a nivel nacional, y que permite tener una misma medición pre y post pandemia, ayudaría a identificar rápidamente dichas brechas. Recordemos también que el Simce no solo mide aprendizajes, sino también convivencia escolar, alimentación, formación ciudadana, entre otros.

Una vez echo esto, se debería crear una Unidad Especializada de Recuperación Educativa dentro del Mineduc para coordinar programas y redirigir recursos, con especial foco en el seguimiento de habilidades lectoras en primer ciclo.

Hoy no basta con solo abrir las escuelas. Debemos hacer un esfuerzo genuino y consistente para medir las brechas que dejó la pandemia en los estudiantes. Esta es la única manera de ayudar a las niñas, niños y jóvenes a recuperar lo perdido en estos años. De lo contrario, será una vuelta a clases “a ciegas”.

 

*Publicada en La Tercera.

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