Voto obligatorio: oportunidades y riesgos

13 Jun 2023

Por más de diez años la política nacional chilena estuvo regida por los intereses de quienes votaban voluntariamente. Se trataba de personas con niveles de ingreso, escolaridad e intereses en la política superior al promedio nacional. Como resultado, los partidos chilenos conservaron cierto grado de institucionalización, pero perdieron su base social y territorial, deviniendo en hidropónicos (Altman & Luna 2015).

La introducción del voto obligatorio, y su consagración en el anteproyecto constitucional, supone una transformación profunda de la manera en que los partidos deberán diseñar sus propuestas. Ya no les bastará con movilizar a sus seguidores habituales; tendrán que captar también el respaldo de electores no habituales. Esto puede beneficiar a la democracia, al permitir la representación de personas que antes se autoexcluían de los procesos electorales.

Sin embargo, también hay peligros.

Con partidos débiles y alta desconfianza en las instituciones democráticas, el voto obligatorio aumenta las posibilidades de que en las próximas elecciones (presidenciales y legislativas) tengan mayores chances los líderes populistas y los grupos outsiders. En otras palabras, el riesgo es que la democracia se socave a sí misma.

En este contexto, la Universidad del Desarrollo (UDD) publicó el análisis de un panel ciudadano que contrasta la opinión de los electores que votaron al ser obligados en las últimas dos elecciones con la de los que ya lo hacían voluntariamente. El 78% de los «obligados» rechazaron en el plebiscito de salida y el 68% votó Republicanos o Chile Vamos en la elección para el Consejo Constitucional. A pesar de que se pueda creer que el “voto obligado” es de derecha, el 61% no se identifica con alguna posición política. Según concluye el panel UDD, se trataría de votos más circunstanciales que ideológicos.

En suma, el voto obligatorio supone una oportunidad, pero también un factor de riesgo. Si el gobierno no es capaz de controlar la delincuencia e incrementar el crecimiento económico, será duramente castigado en las elecciones futuras, tal como ya ha sucedido. Pero también, si en el mediano plazo los partidos políticos no son capaces de elevar su presencia territorialmente e incrementar sus vínculos con las organizaciones sociales, difícilmente saldrán airosos. Esperemos que el voto obligatorio los empuje a ello.

Esta columna se publicó en La Segunda.

 

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