La derecha en crisis: fuego amigo, romanticismo y populismo

Diversos hechos permiten sostener que la derecha estaría viviendo una crisis. Las manifestaciones de esta no se encontrarían únicamente en los resultados electorales, sino también en el “fuego amigo” que han ejercido, especialmente, personas ligadas a la llamada “derecha política”. Esta se caracteriza no solo por una ácida crítica al liberalismo y al empresariado, sino también por inspirarse en el populismo y el romanticismo.
Más allá de una definición terminológica, el populismo interpela al pueblo como mito. En esta línea, Hugo Herrera ha definido al pueblo como una divinidad poderosa, que aterroriza y redime; “es caos, es justicia” (Octubre en Chile, 2019: 23-24). El problema de esta interpretación del pueblo es que construye un “no pueblo”. Este último ha sido representado por el ideólogo del republicanismo popular, al igual que por la izquierda populista, como la élite económica. Acto seguido, se busca incluir en el “no pueblo” a los think tanks de centroderecha, a las organizaciones liberales y a los legisladores o candidatos que no adscriben a su concepción (Schalper, Sichel), caricaturizándolos como cooptados por los intereses económicos del “no pueblo”. Así, desde ese punto de vista, la derecha estaría en crisis a causa de la conspiración de estas élites, que buscarían seguir dominando al pueblo.
La derecha social también bebe del romanticismo político. Si bien este movimiento carece de una definición unívoca, hay cierto consenso en que emerge contra el racionalismo, al estimar que este interpretaría la realidad superficialmente, en tanto reduciría las relaciones interhumanas a leyes mecánicas. Las ciencias sociales, el positivismo, la mercantilización de la vida y el Estado weberiano atentarían contra esta concepción, razón por la que se buscaría sustituir esta relación social mecánica por una relación orgánica, siendo el Estado el cuerpo en el que el “pueblo” cobra un sentido que va más allá de sus intereses privados. De este modo, hay una relación armónica entre esta lectura romántica y el populismo, como también con el corporativismo.
Es cierto que el sector debe reflexionar sobre sus diagnósticos y praxis política. Sin embargo, esto debe hacerlo atendiendo a su historia y razón de ser. Como ha sostenido la historiadora Valentina Verbal, es un hecho que la adhesión a la libre iniciativa económica –sin perjuicio de que el Estado deba apoyar a quienes lo necesiten– ha permitido la unidad de liberales y conservadores, como también la necesidad de hacer frente a la emergencia de las izquierdas revolucionarias del siglo XX. En vez de potenciarla, la deslegitimación activa del proyecto e interpretación liberal, por parte de la misma derecha, no hace sino debilitar el componente que la mantiene unida.
*Publicada en La Segunda.