Reforma de pensiones: Pifiando el puntapié inicial

Por: Julio Riutort
04 Nov 2022

El gobierno finalmente presentó su propuesta de reforma al sistema de pensiones.

Lamentablemente dista mucho de ser una propuesta que aborde de manera creíble los problemas de fondo del funcionamiento actual del sistema de pensiones. En una vertiginosa lista de modificaciones profundas al sistema se propone eliminar las AFPs, cambiar el modelo de gestión y administración de fondos, aumentar la PGU, cambiar los fondos en los que se invierte el componente de capitalización, aumentar la tasa de cotización, subsidios cruzados en el registro de cotizaciones incrementales, entre otros.

¿Aborda el aumento que ha tenido la expectativa de vida en Chile? No. ¿Aborda las dificultades que tenemos para incrementar la cobertura del trabajo formal en Chile? No (las profundiza). ¿Aborda la brecha entre las pensiones de mujeres y hombres? Algo. ¿Presenta evidencia de cómo las “economías de escala” permitirán bajar el costo de administración? No. ¿Tenemos claridad sobre el funcionamiento del propuesto fondo nocional? No.

Son demasiadas las preguntas que quedan en el aire y bastantes los cambios profundos al funcionamiento del sistema que se presentan en base a ganas y limitada evidencia. En segundo lugar, para analizar esta propuesta es importante actualizar nuestro entendimiento del funcionamiento actual del sistema tras la introducción de la Pensión Garantizada Universal (PGU) en febrero de este año y los cambios en suficiencia y dispersión de las pensiones pagadas en los últimos años. Hoy tenemos un sistema en el que las pensiones de la mayor parte de los jubilados reciben un complemento a su pensión autofinanciada en la forma de la PGU.

Según la información publicada por la Superintendencia de Pensiones, las pensiones de vejez totales, es decir la suma del componente autofinanciado y el componente solidario del sistema, promedio pagadas en octubre de 2019 fueron de UF 8,36 con una mediana de UF 5,40 (equivalentes a $290 mil y $187 mil de hoy). Estos promedios naturalmente esconden resultados muy dispersos según género, condiciones de los mercados de capitales y trayectoria de cotizaciones de los distintos jubilados. Por ejemplo, las pensiones de mujeres fueron en promedio de UF 6,69, un 37% menos que las de los hombres; mientras que las de quienes cotizaron por menos de 20 años, un 52% de los jubilados de ese entonces, fueron en promedio de solamente UF 4,11, un 59% menos que las de quienes cotizaron por más de 20 años.

Me permito mencionar algunas métricas adicionales. La pensión de vejez total promedio pagada en julio de 2022 fue de UF 10,16 (equivalente a $351 mil de hoy), un aumento de +22% por encima de la inflación acumulada desde octubre de 2019 y mayor aún para las mujeres. Las pensiones de menor monto también han subido. La pensión de vejez promedio de quienes cotizaron menos de 20 años fue de UF 6,84 (+29%) y la de quienes cotizaron más de 20 años fue de UF 12,07 (+4%). Los jubilados que cotizaron menos de un año recibieron una pensión promedio de UF 6,43 (+57%) y el pilar solidario financia el 56% de esa pensión. Para el total de jubilados, a julio de 2022 el pilar solidario financia el 22% de las pensiones (una participación relativa 5 puntos porcentuales más alta que en octubre de 2019).

El impacto a la fecha del fortalecimiento de este pilar es solo una parte de su impacto total que tendrá en el futuro cercano. Desde agosto la PGU amplió su cobertura y parte de las dificultades que se han presentado en la calificación de acceso al beneficio se irán resolviendo. Con ello la cobertura del pilar solidario se extenderá a los jubilados de niveles intermedios e intermedios-altos de ingresos.

¿Es para conformarnos? Creo que no, más allá de los aumentos porcentuales, los niveles de pensión, las menores pensiones de las mujeres y el bajo nivel de ahorro son desafíos enormes. La presión demográfica anticipada para los próximos años, tensionará el financiamiento del pilar solidario, aumentando la carga que implica para el país como un todo. Para aumentar de forma sostenida y transversal las pensiones es fundamental que encontremos formas de incrementar el ahorro.

¿Cómo podemos ahorrar más? No hay atajos, ahorrar más implica destinar menos recursos hoy a otros usos, cotizar un porcentaje mayor, o postergar la edad de retiro. La informalidad laboral y los cambios en el mercado del trabajo, así como la tasa de cotización son sus principales determinantes y no podemos ser indiferentes a la consideración de los impactos negativos en la formalidad laboral (y ahorro) que puede tener una reforma que no sea compartida de forma amplia por la población.

Los retiros de fondos tuvieron el efecto colateral de mostrarnos una de las características clave del ahorro. El ahorro está para cuando lo necesitamos. El sistema propuesto por el gobierno, que depende fuertemente de la consistencia en el tiempo del sistema político (reparto con cuentas nocionales) es una apuesta riesgosa sujeta a presiones que muy difícilmente se pueden aguantar, tienen el riesgo de convertirse en un espejismo que lleve a un aumento temporal de las pensiones, pero a costa de las generaciones futuras. ¿Podrán futuros gobiernos aumentar la cotización y/o impuestos para financiar pensiones por encima de la capacidad del país en ese momento? La confianza que tengamos como trabajadores en la viabilidad del sistema es clave para que legitimemos su funcionamiento. Destinar un porcentaje importante de la cotización a un sistema con un fuerte componente de reparto me parece contraproducente en el mediano y largo plazo.

Ampliar la base y la tasa de ahorro (ahorro en el consumo, mejor fiscalización, menor informalidad), mejorar sosteniblemente el pilar solidario, abordar las distorsiones en el mercado laboral, involucrar a los ciudadanos, dar legitimidad al sistema y tener una institucionalidad que nos dé garantías de una mirada de largo plazo son elementos que creo debiera tener la reforma.

 

 

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