Karamanos o la imposibilidad de un liderazgo feminista

Por: Valentina Verbal
04 Jul 2022

Seguramente el caso del “Gabinete Irina Karamanos” de la semana pasada pasará al olvido. Y es que pareciera que ese “error administrativo” no fue más que otro “autogol” del gobierno, que se suma a muchos otros y que coopera negativamente en la consolidación del mandato de Gabriel Boric.

Sin embargo, pocos análisis han tratado el episodio desde una perspectiva feminista.

Como sabemos, en el marco de la promesa programática de Boric de constituirse en un “gobierno feminista”, Irina Karamanos señaló que no iba a ejercer el cargo de “primera dama”, dado que, dijo ella misma, “no soy ni primera ni dama”. Sin embargo, luego de la victoria de diciembre pasado, Karamanos cambió repentinamente de opinión y señaló que iba a reformular el cargo desde una perspectiva, justamente, feminista. Pero, como nos enteramos la semana pasada, no lo hizo para “despatriarcalizar” el puesto —esto es, para disociarlo del primer Mandatario—, sino para personalizarlo con nombre propio.

¿Qué demuestra lo anterior? Una opción es que Karamanos haya entendido dicho espacio como una plataforma personal para destacarse políticamente y, luego del gobierno, saltar a otros cargos de elección popular, como podría ser el de parlamentaria. Este cálculo podría tener su lógica desde el punto de vista de la realpolitik, si no fuera por lo poco decorosa que resultó toda la jugada.

Haciendo un poco de historia, en las antípodas de este caso está Hillary Clinton, quien se labró un nombre por sí misma y fue mucho más que simplemente una first lady en el gobierno de su marido, Bill Clinton. Ella lideró varias reformas legislativas, luego llegó al Senado y finalmente fue candidata presidencial, siendo derrotada por Donald Trump en 2016.

Claramente, Karamanos no es Hillary Clinton. Mientras esta última era, antes de que su marido llegase al poder, una muy destacada abogada, no es claro cuál ha sido la trayectoria profesional de Karamanos. Aunque el sitio web de la ahora “Coordinación sociocultural” del gobierno informa que ella es “cientista social con estudios de Antropología y Ciencias de la Educación en la Universidad de Heidelberg”, cabe preguntarse cuál ha sido el historial de Karamanos como líder social y política, especialmente en el campo del movimiento feminista, que ella tanto invoca.

Lo anterior no es irrelevante, precisamente porque la reformulación que ella propuso planteaba asumir un rol de liderazgo en las políticas asociadas a las mujeres y a las personas LGBTIQ+. ¿Por qué Karamanos, por el solo hecho de ser la pareja del Presidente, poseería representatividad para liderar esas políticas? ¿No habría sido mejor, justamente desde el punto de vista de esta agenda, que hubiese seguido participando en organizaciones de la sociedad civil, y que su papel en el gobierno se hubiese reducido a un rol meramente protocolar?

La verdad es que el cargo de primera dama resulta imposible de reformular si es que la cónyuge o la pareja de un gobernante masculino cumple un rol accesorio o de subordinación al de la Presidencia de la República. Si Karamanos quisiese destacarse como líder social o política, tendría que hacer una carrera independiente de su pareja. Solo de esta manera su feminismo sería consistente y no “de cartón”, como el que, hasta ahora, se ha visto. Y no solo por la personalización del cargo, sino, sobre todo, por no ser capaz de despatriarcalizarlo, como sí lo hizo Hillary Clinton. Pero, cabe subrayarlo, Clinton no reformuló el cargo, sino que lo deconstruyó. El giro que ella provocó fue de facto más que de iure.

Sin embargo, para hacer esto hace falta algo que, hasta ahora, Karamanos no posee: ser alguien más —profesional y políticamente hablando— que la pareja del Presidente de la República. Y todo esto conspira contra la posibilidad de ser, ella misma, una líder feminista, tanto fuera como dentro del gobierno.

Publicada en La Tercera.
COMPARTIR:

Síguenos