El Estado y la seguridad: ¿Leviatán o Hidra?

31 Ene 2024

Una de las metáforas más famosas de la filosofía política es la que utiliza Thomas Hobbes en su obra «El Leviatán» (1651). En ella, el autor inglés compara al Estado con un monstruo bíblico que estaría formado por la unión de todos los individuos que renuncian a parte de su libertad natural para someterse a una autoridad soberana, capaz de garantizar la paz y el orden social. El Leviatán representa, así, la idea de un Estado fuerte, centralizado y absoluto, que ejerce el poder sobre todos los ámbitos de la vida pública y privada.

Hobbes consideró que un Estado fuerte y centralizado era condición necesaria para la libertad civil. Sin embargo, tempranamente fueron apareciendo críticos al absolutismo político y en defensa de los derechos y libertades de los súbditos frente al poder arbitrario del rey. Grosso modo, fue la línea de pensamiento crítica al absolutismo de Hobbes (y otros) la que constituyó el fundamento de la separación de poderes para limitar las arbitrariedades de las autoridades y resguardar los derechos de los ciudadanos.

Sin embargo, el problema surge cuando la separación de poderes no es funcional al necesario ejercicio del monopolio de la fuerza que permite mantener la seguridad y el orden público, sacrificando con ello la protección de los derechos individuales y la justicia. Esta es, precisamente, la situación actual de nuestro Estado frente al crimen organizado y el terrorismo, en tanto aparato público que, diferenciándose del Leviatán, acabó asemejándose a una Hidra: otra figura mitológica, pero con varias cabezas que actúan de forma independiente y a veces contraria.

En efecto, actualmente hay una profunda descoordinación entre las instituciones a cargo de las distintas dimensiones de la prevención, el control, la persecución, el encarcelamiento y la reinserción, lo que perjudica la efectividad de las respuestas que entrega el Estado en materia de seguridad. Por señalar algunos ejemplos, la Agencia Nacional de Inteligencia (ANI), que debe generar información útil para prevenir oportunamente las graves amenazas a la seguridad nacional, no está cumpliendo su objetivo debido a que las instituciones que tienen antecedentes relevantes no comparten la información con ella, perjudicando así la toma de decisiones riesgosas que deben tomar las autoridades frente a los varios peligros que enfrenta un Estado. Del mismo modo, la actual estructura del Ministerio Público cuenta con una escasa coordinación intrainstitucional incluso entre fiscalías regionales, perjudicando la eficiencia en la persecución de crímenes.

Solo un Estado organizado, con un sistema informático que permita aprovechar mejor los datos que producen los diversos organismos vinculados a la seguridad, tendrá las capacidades necesarias para enfrentar el crimen organizado, el terrorismo y la delincuencia común. En este sentido, es impresentable que a esta altura todavía no tengamos un Ministerio de la Seguridad. A pesar de la necesaria separación de poderes que debe haber entre las instituciones que forman parte de la cadena de seguridad, es imperativa la alineación entre sus organismos, ya sea por dependencia administrativa o por esquemas de incentivos centrados en objetivos claros y medibles, con pleno respeto a los derechos de los ciudadanos. Ahora bien, no por criticar a la Hidra volveremos al Leviatán; todavía podemos recuperar el orden necesario para la libertad sin sacrificar la civilidad, pero esto depende de si somos capaces de generar un sistema de seguridad capaz de responder a la crisis en la que nos encontramos.

Esta columna se elaboró para el centro de estudios Horizontal.

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