2024: Escándalos, elecciones y el desafío de la moderación

03 Dic 2024

Al cerrar el año, y mirando en retrospectiva, tres conceptos emergen del año político: escándalo, elecciones y moderación.

Sin duda, el 2024 ha estado marcado por el escándalo. En junio, el caso Fundaciones puso en jaque la tan mentada “superioridad moral” del Frente Amplio, evidenciando que la virtud y el vicio están equitativamente distribuidos y dejando la promesa de una nueva ética por los suelos. Pocos meses después, las filtraciones del caso Hermosilla, pusieron de cabeza a las instituciones del Estado y destaparon corrupción, amiguismo e influencias mal habidas. Autoridades cuestionadas, jueces destituidos y estrategias nefastas dominaron la agenda. Cuando la capacidad de asombro parecía haberse agotado, el caso Monsalve vino a remecerlo todo, sacudiendo al gobierno y llevándose consigo a algunas de sus figuras clave. La renuncia a los privilegios, la redistribución del poder e incluso el feminismo, conceptos que definían el ethos político del gobierno, se vaciaron de contenido. Como si fuera poco, el presidente decidió ponerse en el centro de la cuestión.

Mientras tanto, el ciclo eleccionario siguió su curso, esta vez con voto obligatorio. El exceso emocional del 2021 se atemperó, re equilibrando las fuerzas políticas. Los extremos disminuyeron su fuerza y la estridencia perdió espacio. Sin embargo, persiste un doble desafío: acercar la política a la ciudadanía y, al mismo tiempo, a los ciudadanos a la política. Las elecciones han resaltado la importancia de la gestión efectiva, la cercanía y la sensibilidad hacia lo local, pero esto no basta. El desafío debe incluir la responsabilidad ciudadana en la construcción del país, los sacrificios que ello implica y la consciencia de lo colectivo, lo que exige, en ocasiones, tomar decisiones impopulares. La capacidad de armonizar lo que se entrega y lo que se exige, los derechos y los tan olvidados deberes, será central si queremos proyectar un futuro sostenible.

Respecto de la moderación, queda preguntarse sobre su espesor y profundidad. La conmemoración de los cinco años del estallido, otro de los hitos relevantes de 2024, dejó claro que las pulsiones refundadoras lejos de haberse extinguido, permanecen latentes y a la espera de un nuevo momento de efervescencia.

Así como en 2019, el estallido, cooptado ideológicamente, logró transformar las legítimas demandas sociales en narrativas políticas centradas en la violencia estructural, hoy persiste el desafío de reconciliar esas demandas con un marco político capaz de canalizarlas de manera constructiva. Este contexto obliga a reflexionar sobre la relevancia de respetar las reglas del juego y los marcos institucionales para, desde ahí, adaptarlos a los nuevos desafíos, sin perder de vista la importancia de fortalecer el sistema que ya tenemos, garantizando su legitimidad y capacidad de respuesta.

De cara al 2025 la tarea debe concentrarse en un pacto de desarrollo que mire al país a veinte o treinta años. La definición conjunta de un objetivo. Para partir; reforma al sistema político, certezas y condiciones favorables para recuperar el crecimiento, nuevo estatuto administrativo y educación.

El gran desafío es recuperar la esperanza, reinstalar el valor del mérito como motor de progreso y brindar las seguridades que permitan a la sociedad avanzar con confianza hacia el futuro.

Esta columna la elaboró María José Naudon para el centro de estudios Horizontal. 

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