Una sala de máquinas que permita la colaboración

02 Jun 2023

En Inglaterra, a inicios del siglo XIX se creó la primera locomotora de vapor, lo que inició la revolución del transporte de carga y posteriormente de personas. Por su ubicación y fuerza, la conocemos como “sala de máquinas”, la que conduce y permite arrastrar a los demás vagones. Roberto Gargarella, un constitucionalista argentino de gran influencia ha escrito que, en la organización del ejercicio del poder de un país, ese espacio lo ocupa el sistema político, es decir, el conjunto de reglas que regulan la elección de los representantes, los partidos políticos y la relación entre el Ejecutivo y el Congreso Nacional. Todas ellas en conjunto configuran el engranaje de aquella sala que permite la gobernabilidad y el desarrollo.

El anteproyecto de la Comisión Experta en lo que respecta a la sala de máquinas nació de un diagnóstico común que lleva tiempo siendo reflexionado en la academia y en el mundo político y que fue asumido tempranamente en la discusión de la Comisión. Este diagnóstico combina, entre otros, pocos incentivos para la cooperación entre los poderes del Estado, malas prácticas o disposiciones constitucionales que derechamente son casi “letra muerta” y ausencia de contrapesos efectivos.

Corregir esas enfermedades del sistema político exigían remedios concretos y no discusiones abstractas. En Chile, muchos académicos y también algunos políticos, se han enfocado exclusivamente en discutir sobre el cambio de régimen de gobierno pensando que abandonar el presidencialismo, tan arraigado en nuestra cultura política, sería el remedio para todos los males. Esa mirada excesivamente teórica desatendía los efectos de un “big bang” en el sistema político y, lo que es más complejo, no entregaba herramientas institucionales para solucionar los problemas concretos del ejercicio del poder.

La Comisión Experta en cambio prefirió buscar herramientas para avanzar hacia una adecuada coordinación y para contar con incentivos a la cooperación entre el Gobierno y el Congreso Nacional. Todo esto en un contexto de un “presidencialismo de coalición” que pusiera a disposición del Presidente de la República una “caja de herramientas” institucionales para generar coaliciones más estables y espacios de colaboración.

Hay algunas de estas herramientas que incorpora el anteproyecto que son sistémicas: por ejemplo, trasladar la elección parlamentaria a la segunda vuelta presidencial -siguiendo en esto la experiencia francesa- permite configurar coaliciones mayoritarias en torno a dos candidatos, moderando además las posiciones partidistas pues las segundas vueltas son, por definición, contiendas por llegar a un electorado más moderado y no a los nichos.

Otra herramienta sistémica es el nuevo régimen de urgencias de proyectos de ley que busca la eficacia combinando un sistema con intervención de los propios parlamentarios (siguiendo el modelo de la Constitución de 1925) con una agenda prioritaria que define el Gobierno y cuyo cronograma es acordado con el Congreso.

Hay también otras herramientas que se ponen a disposición del Presidente que son específicas o incluso simbólicas. Por ejemplo, la posibilidad que los parlamentarios suscriban mensajes; el patrocinio de las mociones e indicaciones (también una vieja práctica de la Constitución de 1925 que hoy día es una institución informal); la posibilidad de comisiones bicamerales, tanto en el trámite de algunos proyectos como en la etapa prelegislativa; entre otras.

En resumen, la sala de máquinas seguirá teniendo al Presidente como el conductor principal, pues se mantiene un régimen presidencial, pero se agregan herramientas que permitan configurar un gobierno de coalición, de mayoría, capaz de establecer una fluida comunicación y cooperación con el Congreso Nacional. Así, entre otras propuestas, se aspira a un sistema político fuerte y estable, capaz de llevar a buen destino los desafíos públicos.

Esta columna se escribió en colaboración con el asesor de la Comisión Experta, Simón Pinto.

 

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