Henry Ford y algunas convicciones chilenas

Por: Gabriel Berczely
20 May 2021

¿Qué tendrá que ver Henry Ford con algunas convicciones que vemos en Chile? En realidad, nada, salvo una anécdota relevante que sirve para discutir la importancia de las convicciones, la duración de estas y el timing para ajustarlas. Veamos.

Henry Ford no fue el inventor de la cadena de montaje, pero fue el que la llevó a su máxima expresión, fabricando el famoso Modelo T. En esa época había una gran variedad de marcas y modelos de autos, pero todos dirigidos a un segmento muy reducido que podía pagar precios astronómicos. Ford decidió democratizar el auto, y producir uno que fuera más barato que una carreta tirada por caballos, cosa que logró a los pocos años de comenzar. Con esa convicción de lo que había que hacer para tener éxito, logró captar el 90% de participación del mercado mundial.

En la década de 1920 Alfred Sloan, de General Motors, intuyendo que el mercado estaba dispuesto a pagar un precio mayor por un producto diferenciado, comenzó a ofrecer variedad de marcas, motorizaciones, colores y accesorios. Como esa estrategia comenzó a dar frutos, los gerentes de Ford comenzaron a sugerirle a su jefe la conveniencia de ofrecer, por lo menos, diversos colores, recibiendo una respuesta que se hizo famosa: ni un problema, siempre y cuando sea el negro.

Detrás de esta frase había una razón muy poderosa: el color negro era fundamental para sustentar su convicción, porque secaba mucho más rápido que los colores claros en los hornos de secado. Henry Ford seguía siendo fiel a su convicción: la eficiencia de su cadena de montaje era la clave para poder ofrecer precios bajos.

Pero el mercado había cambiado, y la gente comenzó a privilegiar la variedad de GM por sobre el precio de Ford. Ford prácticamente quebró, porque tuvo que cerrar seis meses su planta, redefinir el auto, y lanzar el Modelo A con variedades antes impensadas. Demás está decir que nunca logró recuperar su sitial de privilegio, manteniéndose en participaciones de mercado que nunca superaron el 25% del mercado americano, después de haber ostentado el dominio mundial.

Ese es precisamente el problema de las convicciones: son válidas por un determinado tiempo, y solo hasta que surjan nuevas opciones que son mejores. El segundo problema de las convicciones es de timing, es decir, detectar el momento adecuado para hacer los cambios, porque si Sloan hubiese aplicado su estrategia demasiado temprano, probablemente GM hubiese quebrado. Y si se hubiese demorado, probablemente Henry Ford, u otro, le hubiese ganado de mano.

Algunos dogmas pueden ser eternos, como por ejemplo que la tierra gira alrededor del sol, pero la mayoría tiene obsolescencia. Newton desafió dogmas físicos, Einstein desafió algunos de Newton, y la física cuántica algunos de Einstein. Convicciones económicos y empresariales son aún más complejas, porque si bien hay una ciencia detrás, la relación de la economía con el hombre y con el medio ambiente agrega una componente de arte al aspecto científico, en el sentido que todo depende del momento y de las circunstancias.

Los que estamos en el mundo de los negocios enfrentamos constantemente ese desafío de cuestionar nuestras convicciones. Si nos quedamos dormidos nos pasan por encima, pero si nos movemos demasiado temprano nos caemos de la cama. Lo único claro de las convicciones es que no están escritas en piedra, que lo ideal es enemigo de lo bueno, y que algunas veces es mejor dar un paso para atrás con la posibilidad de luego dar dos pasos hacia adelante.

Pues bien, algunos economistas y políticos chilenos siguen anclados a convicciones que fueron exitosas en el pasado pero que dejaron de tener validez en el presente. Lo vemos en la evolución de las convicciones morales relativas al divorcio o la homosexualidad, como así también en las concernientes al sistema de AFP, donde en la actualidad todos firmarían gustosos aquellas propuestas que cinco años atrás tildaban de incorrectas y populistas. Ello solo para nombrar dos casos, porque si se tratara de dar ejemplos, necesitaríamos bastante más espacio que esta columna.

Efectivamente existen populistas y entreguistas, y propuestas que dañan la economía. Pero también hay posiciones dogmáticas que por seguir siendo aplicadas terminan dañando la validez del modelo. El gran desafío en los negocios, en la economía, en la política y en nuestras vidas, no solo es detectar la necesidad de cambio sino también el mejor momento para hacerlo. Para ello hay que tener, además de expertise y experiencia, intuición, empatía y disponibilidad para asumir los riesgos del cambio. Características que muchos de nuestra élite no han tenido, pues siguen privilegiando dogmas y convicciones por encima de las necesidades de ajustar el modelo, argumentando que el problema de fondo es de entreguismo, falta de convicciones y de haber abandonado la narrativa. Algo de eso debe haber pensado Henry Ford cuando sus gerentes le comenzaron a sugerir variedad de colores.

*Publicada en El Líbero

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